viernes, 25 de mayo de 2012

Microcosmos: de la sociedad a la comunidad


Microcosmos. Al escuchar esta palabra me viene a la mente en primer lugar  la obra musical de Béla Bártok. El compositor húngaro pretendió resumir en ella a través de seis cuadernos de creciente dificultad el devenir de la técnica pianística a modo de método pedagógico: recoger o sintetizar de algún modo ese cosmos, ese mundo que se había ido desarrollando desde finales del s.XVIII.

También, desde el punto de vista filosófico, microcosmos nos lleva a  pensar en el hombre como un mundo, como un universo propio con entidad en sí mismo.

Sin embargo, llevo tiempo pensando en esta palabra en relación a los lugares cotidianos en los que nos movemos:  el mundo es un complejo mosaico de personas, relaciones e interrelaciones, intereses, sentimientos… y todos somos partícipes de ellos.

De igual modo, pretendidamente o no, hay una serie de lugares que son también un microcosmos, un mundo a pequeña escala donde al igual que en la sociedad se definen una serie de relaciones sociales, laborales o profesionales, se toman opciones y partidos y se eligen planteamientos y modos de vivir.

En esa línea me viene ahora a la cabeza la comunidad parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe, a la que estoy vinculado a través de mi familia, mi barrio y mi movimiento.

El domingo pasado tuvo lugar allí una paella solidaria. Bajo el lema Tiende tus manos a los sin techo se celebró una comida comunitaria con diversos platos a beneficio del Centro Hermano de Badajoz, hogar de las personas sin hogar.


Ésta es sólo una más de las actividades que a lo largo del año se han realizado enfocadas a este proyecto: mercadillos solidarios, rastrillos…

Además, la labor de Cáritas, ingente en este momento de creciente dificultad para gran cantidad de familias que se ven asfixiadas por las hipotecas, los deshaucios o las limitaciones económicas de cualquier tipo, es otra prueba del latir de una Iglesia que vive y siente hacia los pobres.

El valor del encuentro fraterno en la comida, el compartir la mesa con los más desfavorecidos (la semana pasada también se celebró una merienda con jóvenes con discapacidad de los distintos centros de Badajoz)  y  el enfocar los proyectos a la inclusión y la igualdad de los que la sociedad muchas veces  sitúa al margen suponen una serie de opciones y planteamientos muy ricos y firmes.

Y desde esa pequeña escala, desde ese microcosmos de esta comunidad eclesial como tantas otras que funcionan a pie de calle desde la cercanía y el trabajo de base,  se ofrecen al mundo esas claves alternativas que pueden ser referente y modelo.



Este descubrimiento podría llevarnos al camino, al desafío de pasar de la sociedad a la comunidad.

En este sentido,  me vuelven a parecer sangrantes las “reformas” de nuestro gobierno que a cada paso que da se dirige a la consolidación de las brechas sociales y la privatización de lo público, alejándose de estas claves de inclusión y comunidad.

Se plantea limitar la cobertura sanitaria de los inmigrantes no comunitarios sin residencia a los servicios de urgencias y elitizar la educación, incrementando el precio de las tasas, que para los inmigrantes no comunitarios  y los repetidores supondrá pagar el 100% del coste total de las matrículas.

Es volver, una vez más,  a dejar en los márgenes a los de siempre, volver a negar las oportunidades a los que tienen dificultad y a penalizar y condenar el fracaso y tender a la exclusión en lugar de a la inclusión.

Justificar estas medidas argumentando únicamente la incompetencia de gobiernos anteriores (que sin duda es otra causa importante) o la situación mundial es definitivamente una irresponsabilidad teniendo en cuenta que la amnistía fiscal vuelve a dejar en impunidad absoluta a quienes se han lucrado, que los políticos siguen manteniendo sus asignaciones desmesuradas y que los bancos  son rescatado sin que nadie juzgue la incompetencia de su gestión del dinero de los ciudadanos y , por supuesto, manteniendo los desorbitados sueldos y pensiones de sus directivos.


Mientras tanto, la sanidad y educación siguen sufriendo el hachazo continuo bajo la premisa de reformarlas para su rentabilidad, olvidando que ninguna de ellas son negocios que deban salir rentables a nadie: son derechos humanos y sociales que han de llegar a cualquier persona por el hecho de haber nacido, en igualdad de derechos y dignidad, independientemente de la nacionalidad o de la renta que perciba.

El camino que la administración sigue (y suma) está en las antípodas del espíritu del Evangelio y del magisterio de Jesús de Nazaret y sólo contribuye a incrementar las diferencias históricas entre clases sociales.

Por ello es preciso tomar modelos y reivindicar la comunidad : tender a la comunidad es tender a lo comunitario, a lo común (si avanzáramos en esta familia léxica a lo mejor no aparecería muy lejos  la palabra comunismo) y en este sentido la exhortación y guía de la primigenia comunidad cristiana, una vez más, no puede ser más clara:

Vivían unidos y tenían todo en común. Vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu. Partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.”
                                                                                        (Hch 2, 44-46)




1 comentario:

  1. Se habla mucho de los "ensayos" sociales: cómo organizarnos para vivir bien, con justicia, paz e inclusión, en los pequeños reductos de esperanza que quedan... y que crecen a la sombra de lo que sucede en lo macro.

    Que es posible, lo sabemos. Solo hay que mirar las organizaciones, las familias, las comunidades o las parroquias. Incluso paises, como Islandia, presentan otros modos de hacer las cosas que cumplen mucho más los objetivos de armonía y sentido común.

    Pero faltan "vectores", llamas encendidas y flechas afiladas que apunten a ese otro mundo posible, desde ya, desde lo que hoy es utopía realizada.

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