Microcosmos.
Al escuchar esta palabra me viene a la mente en primer lugar la obra musical de Béla Bártok. El compositor
húngaro pretendió resumir en ella a través de seis cuadernos de creciente
dificultad el devenir de la técnica pianística a modo de método pedagógico:
recoger o sintetizar de algún modo ese cosmos, ese mundo que se había ido
desarrollando desde finales del s.XVIII.
También,
desde el punto de vista filosófico, microcosmos nos lleva a pensar en el hombre como un mundo, como un
universo propio con entidad en sí mismo.
Sin
embargo, llevo tiempo pensando en esta palabra en relación a los lugares
cotidianos en los que nos movemos: el
mundo es un complejo mosaico de personas, relaciones e interrelaciones,
intereses, sentimientos… y todos somos partícipes de ellos.
De igual
modo, pretendidamente o no, hay una serie de lugares que son también un microcosmos,
un mundo a pequeña escala donde al igual que en la sociedad se definen una
serie de relaciones sociales, laborales o profesionales, se toman opciones y
partidos y se eligen planteamientos y modos de vivir.
En
esa línea me viene ahora a la cabeza la comunidad parroquial de Nuestra Señora
de Guadalupe, a la que estoy vinculado a través de mi familia, mi barrio y mi
movimiento.
El
domingo pasado tuvo lugar allí una paella solidaria. Bajo el lema Tiende tus manos a los sin techo se
celebró una comida comunitaria con diversos platos a beneficio del Centro
Hermano de Badajoz, hogar de las personas sin hogar.
Ésta es
sólo una más de las actividades que a lo largo del año se han realizado enfocadas
a este proyecto: mercadillos solidarios, rastrillos…
Además, la
labor de Cáritas, ingente en este momento de creciente dificultad para gran
cantidad de familias que se ven asfixiadas por las hipotecas, los deshaucios o
las limitaciones económicas de cualquier tipo, es otra prueba del latir de una
Iglesia que vive y siente hacia los pobres.
El
valor del encuentro fraterno en la comida, el compartir la mesa con los más
desfavorecidos (la semana pasada también se celebró una merienda con jóvenes
con discapacidad de los distintos centros de Badajoz) y el enfocar
los proyectos a la inclusión y la igualdad de los que la sociedad muchas
veces sitúa al margen suponen una serie
de opciones y planteamientos muy ricos y firmes.
Y
desde esa pequeña escala, desde ese microcosmos de esta comunidad eclesial como
tantas otras que funcionan a pie de calle desde la cercanía y el trabajo de
base, se ofrecen al mundo esas claves
alternativas que pueden ser referente y modelo.
Este
descubrimiento podría llevarnos al camino, al desafío de pasar de la sociedad a la comunidad.
En
este sentido, me vuelven a parecer
sangrantes las “reformas” de nuestro gobierno que a cada paso que da se dirige
a la consolidación de las brechas sociales y la privatización de lo público,
alejándose de estas claves de inclusión y comunidad.
Se
plantea limitar la cobertura sanitaria de los inmigrantes no comunitarios sin
residencia a los servicios de urgencias y elitizar la educación, incrementando
el precio de las tasas, que para los inmigrantes no comunitarios y los repetidores supondrá pagar el 100% del
coste total de las matrículas.
Es volver,
una vez más, a dejar en los márgenes a
los de siempre, volver a negar las oportunidades a los que tienen dificultad y
a penalizar y condenar el fracaso y tender a la exclusión en lugar de a la
inclusión.
Justificar
estas medidas argumentando únicamente la incompetencia de gobiernos anteriores
(que sin duda es otra causa importante) o la situación mundial es
definitivamente una irresponsabilidad teniendo en cuenta que la amnistía fiscal
vuelve a dejar en impunidad absoluta a quienes se han lucrado, que los políticos
siguen manteniendo sus asignaciones desmesuradas y que los bancos son rescatado sin que nadie juzgue la
incompetencia de su gestión del dinero de los ciudadanos y , por supuesto,
manteniendo los desorbitados sueldos y pensiones de sus directivos.
Mientras
tanto, la sanidad y educación siguen sufriendo el hachazo continuo bajo la
premisa de reformarlas para su rentabilidad, olvidando que ninguna de ellas son
negocios que deban salir rentables a nadie: son derechos humanos y sociales que
han de llegar a cualquier persona por el hecho de haber nacido, en igualdad de derechos
y dignidad, independientemente de la nacionalidad o de la renta que perciba.
El camino
que la administración sigue (y suma) está en las antípodas del espíritu del
Evangelio y del magisterio de Jesús de Nazaret y sólo contribuye a incrementar
las diferencias históricas entre clases sociales.
Por ello es
preciso tomar modelos y reivindicar la comunidad : tender a la comunidad es tender
a lo comunitario, a lo común (si avanzáramos en esta familia léxica a lo mejor
no aparecería muy lejos la palabra comunismo) y en este sentido la
exhortación y guía de la primigenia comunidad cristiana, una vez más, no puede
ser más clara:
“Vivían
unidos y tenían todo en común. Vendían sus posesiones y sus bienes y repartían
el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos
los días con perseverancia y con un mismo espíritu. Partían el pan por las
casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.”
(Hch 2, 44-46)
Se habla mucho de los "ensayos" sociales: cómo organizarnos para vivir bien, con justicia, paz e inclusión, en los pequeños reductos de esperanza que quedan... y que crecen a la sombra de lo que sucede en lo macro.
ResponderEliminarQue es posible, lo sabemos. Solo hay que mirar las organizaciones, las familias, las comunidades o las parroquias. Incluso paises, como Islandia, presentan otros modos de hacer las cosas que cumplen mucho más los objetivos de armonía y sentido común.
Pero faltan "vectores", llamas encendidas y flechas afiladas que apunten a ese otro mundo posible, desde ya, desde lo que hoy es utopía realizada.