lunes, 11 de junio de 2012

Las migajas de los poderosos



Y volvimos a salir a la calle. Esta vez para apoyar a la Orquesta de Extremadura.

El Gobierno autonómico, después de presionar a la orquesta con el pago de una deuda en unos plazos insólitos para cualquier empresa u organización, se vio abocado a buscar otra vía para ahogar las garantías de continuidad de este proyecto a largo plazo.

Y lo hizo modificando el contrato de sus trabajadores e imponiéndoles unas condiciones que dificultan la periodicidad de los conciertos,  llevando a los músicos a una situación de desempleo varios meses al año y que supone, a todas miras, la antesala del despido y la extinción de la entidad.

Y el pueblo y la ciudadanía extremeña, que parece no entender de deudas ni de fluctuaciones macroeconómicas, acudió el pasado sábado a la Plaza de España a disfrutar de su orquesta.

El programa, conformado por Las Bodas de Luis Alonso, El candil y fragmentos de la Quinta y la Novena  sinfonías de Beethoven,  ponía de relieve la conexión inexcusable entre la música clásica y el folclore popular, demostrando que éste no es tipo de música académica agotada en pelucas decimonónicas y discos de vinilos cubiertos de polvo sino un organismo vivo, identidad de un pueblo que se expresa a través de ella y vibra y late al ritmo de sus compases.

Así lo demostró la jornada del sábado, en la que todo músico, estudiante o aficionado podía sumarse a la plantilla para hacer más grande y significativo el evento: en nuestra orquesta sinfónica hubo saxofones, flautas de pico y voces y coros improvisados, alzando la voz para decirle a los políticos que no estamos aquí, como dijo Santiago, el representante de los músicos de la OEX, para repartirnos “las migajas que caen de la mesa de los poderosos”.

En este momento en que se habla de inyecciones de dinero millonarias y rescates a los bancos, se vislumbra la extinción de esta agrupación de enorme valor para el desarrollo y promoción cultural de nuestra región simplemente por la falta de voluntad y diálogo de la clase política.

Evidentemente , la orquesta habrá de sujetarse a unas programaciones más austeras: a lo mejor hay que reducir el número de conciertos, la ambición de sus programas o traer a menos solistas y directores invitados.

Pero pasar a unas condiciones que anuncian su futura extinción es ir demasiado lejos. Esto muestra nuevamente la enorme brecha existente entre la sociedad, sus deseos y sus preocupaciones y el hacer de los que nos gobiernan.

Así me pareció cuando vi cómo la gente intentaba acercarse y protestaba porque el tráfico no estaba cortado en la plaza.

En ese momento, el concejal de festejos, Rodríguez de la Calle, se abría paso con su coche para salir del escollo y eludía los comentarios de la gente que le instaba a escuchar las reivindicaciones de los manifestantes.

Pero yo no pierdo la esperanza porque al fin y al cabo somos nosotros (Como decía Ma Joad en Las  Uvas de la ira:  Somos el pueblo, existiremos siempre” ) los que tendremos la última palabra y decidiremos cómo y con quién queremos salir de esta crisis y refundar nuestra sociedad y nuestro modo de vivir.

Y yo seguiré saliendo a la calle, alzando la voz y los instrumentos, o firmando escritos y manifiestos con aquellos que están convencidos de que las personas no se miden en términos de rentabilidad , que la cultura y el arte están por encima de los partidos, los políticos y la economía y que el verdadero capital, el verdadero tesoro de una sociedad no está en cosas que se puedan nacionalizar, privatizar o rescatar.

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