jueves, 23 de agosto de 2012

Peregrinos de la confianza


Cuando hace poco más de una semana me montaba en el tren para ir a Barcelona y posteriormente al pequeño pueblo borgoñés de Taizé me invadía en primer lugar la inquietud , la inseguridad de viajar sólo y el desconocimiento ante lo que me iba a encontrar.
       Sin saberlo me estaba sumergiendo ya en las primeras horas del viaje en lo que la comunidad ecuménica de Taizé, un pequeño grupo de religiosos de distintas confesiones cristianas que veían la necesidad de sentar las bases de una convivencia y confianza entre humanos después de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, soñaron hace mucho tiempo y pusieron en práctica: la peregrinación de confianza a través del mundo.

Peregrinación, confianza, mundo…Probablemente estas tres palabras albergan tres claves fundamentales del estar en la vida desde la autenticidad, profundidad y plenitud que a muchos nos da el seguimiento de Jesús y el Evangelio: el ser peregrinos y no meros viajeros, turistas…                                                   

Son distintas las motivaciones de quienes llegaban allí y todos coincidían en que cada vez que habían visitado Taizé era distinta: cada vez es distinta porque nosotros somos distintos…
Así, para el peregrino, el viaje, el camino, es distinto no sólo por lo geográfico o lo material sino por la vivencia interior, el proceso vivido.

No podrás bañarte dos veces en el mismo río
Unido al peregrino está la confianza: la necesidad de desproveernos de lo accesorio, de viajar “ligeros de equipaje”.´

"No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis".

 Experimentar la aventura de una semana en medio de la naturaleza sin la esclavitud de internet, las redes sociales o los móviles, donde esperas una cola de miles de personas para recibir un pequeño plato de comida con un cubierto es una experiencia también de libertad y de autenticidad a la que esta confianza te lanza, de romper los corsés que la cultura y sus inercias nos imponen.
Confiar es desproveerse de las seguridades y desafiar el miedo. Para mí hubiera sido impensable hace unos años lanzarme a viajar solo en autobús con 33 jóvenes desconocidos hacia un pequeño pueblo francés donde se encuentran cada semana más de 3000 personas.
Pero todo eso cobra sentido con el descubrimiento del mundo, la comunidad universal que se revela al sentirte en conexión con cada ser humano, viéndolo no como extranjero o extraño sino como hermano, compañero y ciudadano con quien camino, siento y me encuentro en un mismo paisaje vital.
Es la confianza de sentirnos acogidos en casa fraterna allá donde vamos y de mirar al otro como igual más allá de las lenguas, las nacionalidades o las diferencias culturales.

"¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?"


Y ese sentimiento es el que nos permite prender pábilos, tender puentes y construir lazos derribando fronteras y distancias y nos hace descubrir nuevamente a ese Dios que se muestra en la belleza humana revelando el milagro imparable e inagotable de la vida.







2 comentarios:

  1. Yo quiero volver a ser joven en Taizé... bueno basta con volver con los jóvenes allí... remanso de oración, belleza, paz y comunión por un mundo según el Reino, lleno de hermanos. Gracias por compartir y aprender allí tantas cosas...

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  2. Contra el miedo, esperanza.
    Contra la tristeza, serenidad.
    Contra la resignación, utopía.

    Quizá haya que reescribir tanto... Me alegro de que la experiencia haya sido plena.

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