domingo, 19 de octubre de 2014

Ruan, 1431 d.C.









La pira aguarda. Sabe que es la hora
de una mujer. Sus manos agrietadas
por empuñar destinos, alboradas,
se anudan en la sombra. Ya no implora
al tribunal de estatuas farisaicas
la justicia divina. No la humana,
petrificada en mármoles, lejana
a sus sentencias de ínfulas arcaicas.

No tiene veinte años. Solo es una
mujer en el cadalso de la hoguera
erguida en el reverso de la gloria.
Las llamas la custodian. No hay ninguna
amazona inocente que no ardiera
con todas las mujeres de la historia.








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