Tú sabes bien, y yo, los dos sabemos
que un día cualquiera de estos, una
mañana, un día
la vida dejará los baches y reveses
y tocará madrugar y construir. Será el
momento
de pintar de azul las paredes y los meses,
encalar los miedos, las dudas, los
fantasmas
y poner una vela débil, un pábilo prendido
por cada nombre, cada logro,
cada paso en el camino.
Tú sabes bien, y yo, que muchas veces
es duro, nos cuesta, nos cansamos.
Parece que no hay modo, no hay salida
y, sin embargo,
hay una ruta extraña, una senda
indescifrable
(solo visible en latitudes compartidas)
de mariposas que cuidadosamente se posan
junto a la palabra precisa, el verbo, la
medida,
el verso exacto que anuncia
que bajo la fría superficie de la escarcha
se escucha, tímido, imparable
el rumor de un latido nuevo en cada
esquina.
Tú sabes bien, y yo, no hay que engañarse
que no hay batallas cómodas ni dulces
despedidas,
que no hay dolor sin reservas
ni justicia sin tripas
pero está por estrenar (verás que será
pronto)
una habitación nueva
con vistas a la vida
con todos los amaneceres por desnudar,
con todos los rincones por habitar,
con todas las historias por contar.
Y será tu tiempo, el nuestro y el de todas
las miradas
eternamente rotas y abatidas
y será el momento, la mañana, el turno, el
día
de reivindicar a toda luz, con toda fuerza
la opción preferencial por la alegría.
Y ya nos está tocando...brotando...acariciando...queriendo...
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