martes, 4 de abril de 2017

Es justo y necesario



Dicen que la humanidad se condenó
el día en que convertimos en insulto
la palabra “vividor”.
No sé en qué funesto momento, en qué desafortunado instante
equivocamos el rumbo
dando a quienes tomaron
como máxima primera e irrenunciable
la vida
el mayor de los desplantes.

Una suerte parecida debió de correr la voz “amante”,
relegada, por los siglos de los siglos,
al terreno de lo oculto, lo prohibido,
lo profano, inconfesable.
Paradoja extraña, absurda:
ejercitar entre las sombras
el acto tan humano
(y, por tanto, incontestablemente divino)
de amarse.

Se impone, entonces,
pedir perdón por todo el daño causado,
recuperar el tiempo perdido,
consagrar antiguas rutas,
trazar nuevas sendas,
resucitar viejas ilusiones.

Se precisa reclamar, como lícita,
la pasión por el presente
sin cláusulas ni condiciones.

Se exige restaurar, con justicia,
a las manos que bordan
y a las bocas que se desbordan.

Reivindico los fracasos, las heridas,
las secuelas de toda travesía.

Reivindico los amores
a plena luz de vida.




No hay comentarios:

Publicar un comentario